Nuestra pequeña pesadilla o como vivir con el odio a los perros

bozal perro

Llevo días sin publicar, lo sé. Pero, si ya el día a día es complicado, trabajando y estudiando a distancia, adaptar a Potter a nuestras vidas es un reto, esta última semana ha sido muy dura, muy, muy dura. Ha sido una montaña rusa de emociones, desde el no me lo puedo creer, el llorar mucho, dormir poco dándole muchas vueltas a la cabeza, hasta el aceptar lo que ha pasado y esperar que pase lo más rápidamente posible.

Me he planteado mucho si escribir o no sobre lo que ha pasado. Le he dado mil vueltas y al final llego siempre a la misma conclusión. Este blog lo comencé como un diario en el que contar lo bonito y lo menos bonito que es la adopción, desde el punto de vista de alguien que no ha tenido nunca un perrete. Esto ya no es que sea una desventura, es una pequeña pesadilla, y aunque sé que este blog no es leído por cientos de personas, quiero dejar todo aquí, por si en algún momento alguien vive algo igual, que no se sienta solo y sepa que, desgraciadamente, hay mucho indeseable en esta vida.

Así empezó todo

Justo hace una semana, sacando a Potter en el paseo de antes de comer, íbamos tan tranquilas por el parque. Potter sale a pasear con su correa extensible y disfruta olisqueándolo todo, es un explorador. Poco a poco vamos aprendiendo, o más bien, adivinando cosas sobre su vida pasada. No es un perro callejero, pero sí un perro que aunque vivía en una casa, no debía salir mucho a la calle, al igual que no sabía lo que era un veterinario. Hemos trabajado mucho en sus miedos, es muy asustadizo, pero es que con él, es complicado. Os pongo un ejemplo: le asusta la ropa colgada en el tendedero. Cuando pongo una lavadora y la cuelgo en la habitación, se esconde debajo del escritorio del salón, porque le asusta la ropa. Así es Potter. Bueno, retomando el asunto, estábamos paseando por el sendero que hay a orillas del río. Es un camino estrechito antes de llegar a un parque grande, es tranquilo, y Potter iba feliz. Cuando todo se desencadenó, esto que os voy a contar pasó en cuestión de segundos, pero en mi cabeza se repite a cámara lenta como si hubiera sido eterno.

Potter olisqueaba, cuando un hombre quiso adelantarnos por fuera del camino. Nuestro perrete se acercó curioso a olisquear a esta persona (no es algo que haga de normal, hay veces que le llama alguien la atención y hace el amago de saludarle y otras veces ignora, porque no le interesa). Cuando se acercó, el hombre protestó y en un intento de esquivarle, como el camino por ese lado va en cuesta hizo amago de tropezar, el perro se asustó y gruñó, y cuando el perro gruñó el hombre levantó la pierna haciendo amago de patearle, a lo que Potter se asustó más aun y saltó. En ese instante el hombre se agarró la pierna y empezó a gritar que el perro le había mordido y que nos iba a denunciar. Nosotras nos asustamos, recogimos correa y yo me quedé de piedra. En un primer momento pensé que el hombre estaba vacilando. Pensé, ¿Potter ha mordido? Potter no es agresivo, es un perro recién adoptado y muy asustadizo.

Cuando por fin reaccionamos y nos dimos cuenta que el hombre de verdad estaba acusando a Potter de haberle mordido, se levantó el pantalón y nos enseñó un rasguño un poco más arriba del tobillo, igual que el que te puedes hacer cuando te arañas con una rama si vas caminando por el campo en pantalones cortos. Nuestra única explicación fue que cuando Potter saltó asustado tuviera la boca abierta, pero ahí no había ni marcas de dientes ni nada. Seguíamos medio en shock, el hombre nos decía que nos iba a denunciar, que eso no lo cubría la seguridad social y que tenía que ir al médico, y ahí fue cuando comenzó a escupir odio por la boca «no entiendo la gente que tiene perro, no lo entendía en Lugo y no lo entiendo aquí, esto no se debería permitir». Potter estaba muerto de miedo escondido entre mis piernas, no entendía nada, mi pareja se ofreció varias veces a acompañarle al centro de salud, pero él se negó. Le explicamos que el perro tenía sus vacunas y que estaba al día con el veterinario, le dejé que fotografiara mi DNI y le di mi número de teléfono. Se fue caminando hacia el centro de salud (está al lado) y nosotras nos volvimos a casa, aun intentando entender que había pasado.

La primera llamada de teléfono

A media tarde llegó la primera llamada, era de la comisaría de policía local, me dijeron que esta persona se había presentado a poner una denuncia por un ataque animal y que tenía que ir a presentarme con el perro y con todos sus papeles. Así lo hicimos, llegamos ahí, pero solo me dejaron pasar a mi con Potter. Imaginad la cara de los policías cuando vieron a un perro de 5 kilos, que no les llegaba ni por la pantorrilla y con cara de peluche. Potter, como os podéis imaginar, se puso muy nervioso, le tenían que leer el chip, así que se le acercaron dos policías por detrás. Él se asustó, ladró y gruñó, ante esa situación traté de explicarles que había que acercarse de frente y despacio, que es muy asustadizo, así que le cogí en brazos e intente apaciguarle todo lo que pude mientras le examinaban.

Estuvimos más de una hora prestando declaración, y mientras ellos verificaban todos los datos yo traté de explicarles que el perro no había atacado a nadie, se había asustado, se había sentido acorralado y había saltado desafortunadamente con la boca abierta, eso había sido todo. Ellos me corroboraron que habían visto la supuesta lesión que le había provocado, y que era mínima, pero en el momento que hay lesión, se considera ataque, al igual que admitieron que la persona había trasmitido un gran odio por los animales y en especial por los perros.

Potter quedó fichado en el sistema de la policía local y a mi se me advirtió que debería tener más cuidado con él y que si esto se repetía, podrían tener consecuencias para el animal, como que le llegaran a consideraran un perro potencialmente peligroso y tuviera que ir siempre con bozal y correa corta, eso si, con las mismas, me dijeron que por ellos y visto el incidente que había sido, que lo iban a archivar todo, siempre y cuando desde el juzgado no les requirieran las declaraciones porque les pidieran dar a trámite la denuncia. También me dijeron que en estos caso, lo que hay que hacer es llamar in situ a la policía y que ellos se encargan de tomar declaración y ver que ha pasado, yo no me quedé tranquila del todo, esa persona tenía fotos de mi DNI y no se que podía llegar a hacer con ellas.

Llegamos a casa otra vez tratando de digerir todo lo que había pasado, cuanto más vueltas le daba a mi cabeza, más me daba cuenta que fui tonta, muy tonta. Teníamos que haber llamado a la policía y tenía que haber sido yo la que tenía que haber denunciado a ese individuo por intentar agredir a mi perro, por ponerlo en ese estado de nervios, y por hacernos pasar todo lo que estábamos pasando.

La segunda llamada de teléfono

El domingo a última hora de la tarde recibí de nuevo una llamada de la comisaría de policía. Me notificaban que la persona que había interpuesto la denuncia había pedido llevarla al juzgado, con lo que el perro debía estar en cuarentena durante las dos siguientes semanas, cuando les pregunté que significaba eso, me dijeron que de normal el perro era recogido y llevado a la protectora municipal para que pudiera estar en aislamiento, pero que dado que la lesión había sido mínima, que podía quedarse en casa, pero solo podía tener contacto con las personas con las que convivía, no podía tener contacto con otras personas o animales. Que no sabían muy bien como debía actuar en los paseos, y me aconsejaron llamar al colegio de veterinarios. También me advirtieron que me llamarían desde el ayuntamiento para que un veterinario pudiera ir a ver al animal. En ese instante, ya si que me fui abajo del todo. Lo primero que pensé es que como había podido fallarle así a Potter y que igual hasta lo perdía.

Como vivir con esto

El lunes a primera hora llamé al colegio de abogados, que me remitieron a los veterinarios de la consejería de agricultura. La veterinaria que me lo cogió fue una santa, porque los primeros dos minutos de la llamada solo me escuchó llorar y moquear, mientras ella me hablaba muy amable y me animaba a que le contara todo. Después de escucharme pacientemente y hacerme muchas preguntas, me dijo que no me agobiara, que había mucha gente mala y que habíamos tenido la mala suerte de cruzarnos con uno de ellos. Me aconsejó sacar al Potter con un bozalito por si ese individuo nos vigilaba, no pudiera llamar a la policía o sacar fotos para volver a quejarse, y nos aconsejó dar paseos cortos y en horas que menos gente hubiera. Me dijo que una compañera de sanidad me llamaría para visitar a Potter y que ella me podría dar ma´s información.

Unas horas después me llamó la veterinaria de sanidad, también muy amable porque cada vez que tenía que hablar de esto, comenzaba a llorar (de hecho aun me pasa, estoy escribiendo con un nudo muy grande en el pecho), ella me dio cita para verme al día siguiente, me dijo que sacara al perro todo lo que necesitara, pero también me aconsejó llevar a Potter con bozal, no porque lo necesitara, si no, porque esa persona que nos había denunciado vivía cerca de casa, y que podía estar viendo como hacernos la vida aun más imposible.

Esa noche le pusimos por primera vez ese bozalito, cada vez que se lo pongo, le pido perdón. Cuando lo lleva, Potter no quiere caminar, va torpe, se tropieza con todo y va muy nervioso, como si pensara que está haciendo algo malo. Cada día que pasa, pienso que es un día menos para no volver a ponérselo.

La visita de la veterinaria

Al día siguiente nos visitó al medio día la veterinaria, yo estaba muy nerviosa y Potter lo sentía, lo sabía porque cuando llamó al timbre el ladró, y nunca ladra, también gruñó un poco cuando la vio entrar, pero le di a ella unas chuches para que se las ofreciera, y enseguida se hicieron amigos. Me llamó la atención que lo primero que me dijo la veterinaria fue lo agradecida que estaba por las personas que decidían adoptar y darles una vida mejor a tantos perros que lo necesitaban, que no llegaba a entender porqué la gente compraba animales.

Le enseñé todos sus papeles, ella hizo todas sus anotaciones, y no hacía más que mirarlo y decirme que no entendía que hacía ella ahí, que no entendía nada. Me explicó que de normal es el centro de salud el que avisa a sanidad cuando hay un verdadero ataque de un animal, perros grandes y mordeduras auténticas, pero que esta persona al ver que el centro de salud no hacía nada, pidió un parte de lesiones para ir a la comisaría, al ver que en la comisaría tampoco iba a hacer nada, pidió que se llevara al juzgado, pero que ella lo veía un sinsentido, ¿cómo un juez se iba a creer que Potter era un animal que ataca a la gente? me preguntaba mientras él estaba mirándonos tirado de espaldas en el suelo pidiendo que le rascara la barriga y dándome lametones cada vez que me agachaba. Le consulté que en una semana Potter tenía su cirugía para esterilizarle, y que si había que aplazarla por su cuarentena, me dijo que ni se me ocurriera, que era algo que le iba a venir muy bien, porque iba a suavizar su carácter y que además, con la campana no era necesario ponerle el bozal, así que era el mejor momento.

La llamada a la protectora

Después de todo esto, por la noche llamé a Adopta Pueblanimal, la protectora de donde vino Potter, debía contarles todo lo que había pasado. Hablé primero con Pilar, que fue con quien gestioné toda la adopción, y después me llamó Lorena, que fue con la que llevé toda la parte administrativa. Las dos estaban escandalizadas de lo que había pasado, no creían que alguien hubiera pensado que Potter pudiera atacar, ni ser un perro agresivo. Habíamos estado trabajando mucho con él, sus abuelos humanos, que son mayores se lo habían quedado justo la semana anterior un día que fui a la oficina, y estuvo con ellos tranquilo, salió a pasear con su abuelo, y sin ningún incidente. Todo esto parecía mentira. Estuve más de una hora hablando con las dos, y me tranquilizaron, me dieron todo su apoyo y nos agradecieron todo lo que hacemos por él.

Ahora solo queda esperar

A Potter le operan este lunes, y después de su semana de recuperación, ya habrá pasado su cuarentena y volveremos a sus paseos largos de la tarde, podrá ir a jugar y a correr con sus amigos peludos al cercado para perros del parque, podremos ir tranquilos y sin miedo. Yo estoy trabajando mucho conmigo para estar tranquila y no transmitirle el miedo con el que salgo en cada momento. Miedo a que le hagan algo, a que le intenten atacar, a que le pase algo, quiero volver a disfrutar juntos, y espero que pronto pueda volver a sentir esa sensación.

Y sobre todo, quiero que esta pesadilla acabe, que cuando llegue al juzgado, y vean todos los informes se rían de lo que ven, y que lo archiven y nos dejen vivir tranquilos. Potter va a seguir siendo un perro señalado, con un ataque dado de alta en la comisaría, en eso no va a haber vuelta atrás, pero queremos seguir trabajando con él, enseñarle a sentarse, a que sepa que es «ven», a que de la patita, a que sea un perro feliz y que sepa que no vamos a dejar que nada malo le pase. Simplemente, queremos ser felices, no es mucho pedir, ¿verdad?

Escrito por

He vivido en tantos sitios que ya ni se de donde soy. Me gusta el rosa, los unicornios y creo que nunca hay suficiente purpurina. Amante del Marketing desde antes que yo misma lo supiese he decidido escribir sobre como cambia tu vida cuando decides adoptar a un perrete.

2 comentarios sobre “Nuestra pequeña pesadilla o como vivir con el odio a los perros

Deja un comentario